ISSN: 2739-0276
ISSN-E: 2739-0284
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Recibido: 2024/10/25 Aceptado: 2024/12/11
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Ecosistemas humanos: navegando la complejidad en la intersección de las
Ciencias Sociales
Human ecosystems: navigating complexity at the intersection of Social Sciences
Cuenca Finol, Juan Pablo
1
Correo: juanpablocuenca2@hotmail.com
Orcid: https://orcid.org/0009-0006-9745-2143
nez, Oscar
2
Correo: oscaryanezm1981@gmail.com
Orcid: https://orcid.org/0009-0009-1943-6684
DOI: https//doi.org/10.5281/zenodo.14947600
Resumen
Este artículo analiza los ecosistemas humanos desde una perspectiva integral, centrándose en la
digitalización, las migraciones, la sostenibilidad y la gobernanza inclusiva. Mediante una metodología
documental basada en autores como Ostrom (2010), Raworth (2017), Steffen et al. (2015) y Castles y
Miller (2014), se evidencian los desafíos actuales de estos sistemas. Los hallazgos destacan que la
digitalización genera brechas tecnológicas, las migraciones reconfiguran las ciudades, y la sostenibilidad
exige respetar los límites planetarios. Además, la gobernanza inclusiva se presenta como clave para
abordar problemáticas globales de forma cooperativa. Se concluye que garantizar la resiliencia y equidad
de los ecosistemas humanos requiere enfoques integrales que prioricen la justicia social, la acción
climática y la participación comunitaria.
Palabras clave: Ecosistemas humanos, digitalización, migraciones, sostenibilidad, gobernanza
inclusiva.
Abstract
This article analyzes human ecosystems from an integrated perspective, focusing on digitization,
migration, sustainability, and inclusive governance. Using a documentary methodology grounded in
authors such as Ostrom (2010), Raworth (2017), Steffen et al. (2015), and Castles and Miller (2014), the
1
Mg. Sc. en Docencia para la Educación Superior. Licenciado en Educación, mención: Integral. Universidad Nacional Experimental Rafael
María Baralt. Zulia, Venezuela.
2
Esp. en Negociación y Resolución de Conflictos en Seguridad de la Nación. Licdo. en Ciencias y Artes Militares, mención: Educación.
Abogado. Universidad Nacional Experimental Rafael María Baralt. Zulia, Venezuela.
Sección: Artículo científico 2025, enero-junio, Vol. 16 No. 1 (54-79). Venezuela.
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study highlights the current challenges of these systems. Findings reveal that digitization fosters
technological divides, migration reshapes urban spaces, and sustainability demands adherence to
planetary boundaries. Furthermore, inclusive governance emerges as essential for addressing global
issues cooperatively. The study concludes that ensuring the resilience and equity of human ecosystems
requires comprehensive approaches that prioritize social justice, climate action, and community
participation.
Keywords: Human ecosystems, digitization, migration, sustainability, inclusive governance.
Introducción
Los ecosistemas humanos, como sistemas sociales complejos, integran dimensiones culturales,
económicas y ambientales que interactúan dinámicamente en respuesta a fenómenos globales como la
digitalización, la urbanización y las migraciones. Según ONU-Habitat (2022), las ciudades actúan como
epicentros de innovación tecnológica y desarrollo económico, pero también enfrentan retos de
desigualdad social y exclusión. Esta dualidad es especialmente visible en regiones como América Latina,
donde las dinámicas urbanas están profundamente influenciadas por la historia colonial y las
desigualdades estructurales. Estudios recientes, como los de Blanco-Wells y Günther (2023), destacan
que el cambio climático y las crisis ambientales agravan estas desigualdades, afectando principalmente
a las comunidades más vulnerables.
En el ámbito de la digitalización, estudios como los de Barbosa et al. (2020) revelan que las
tecnologías emergentes han transformado las interacciones sociales y económicas a nivel global. Estas
transformaciones permiten una conectividad sin precedentes, pero también amplían las brechas digitales
entre comunidades con diferentes niveles de acceso a la tecnología. La digitalización puede alterar las
dinámicas de poder, favoreciendo a ciertos grupos socioeconómicos en detrimento de otros. Shirky
(2020) argumenta que las plataformas digitales, si bien democratizan el acceso a la información, también
generan riesgos de dependencia tecnológica y superficialidad en las relaciones humanas.
Por otro lado, la migración contemporánea redefine constantemente los ecosistemas humanos,
especialmente en un contexto globalizado. Los movimientos migratorios transnacionales afectan tanto a
las comunidades de origen como a las receptoras, creando redes de interacción que trascienden fronteras.
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La resiliencia de los ecosistemas humanos, entendida como su capacidad de adaptación frente a
crisis, es fundamental para su sostenibilidad. Tamarit et al. (2021) analizan cómo las redes de cooperación
local pueden fortalecer la resiliencia en entornos urbanos vulnerables. De igual manera, subrayan la
importancia de políticas públicas inclusivas que fomenten la equidad social. La intersección entre
digitalización, urbanización y migración requiere enfoques interdisciplinarios que aborden las múltiples
dimensiones de estas problemáticas.
En América Latina, las desigualdades estructurales son un factor clave en la configuración de los
ecosistemas humanos. CEPAL (2017) documenta cómo las disparidades en el acceso a servicios básicos
limitan las oportunidades de desarrollo en las comunidades urbanas y rurales. De esta manera, se enfatiza
la necesidad de políticas públicas que promuevan la cohesión social, mientras que Ruiz y Solana (2013)
argumentan que las dinámicas de exclusión en zonas rurales son similares a las de las ciudades. Alba y
Nee (2020) introducen el concepto de "asimilación segmentada" para describir cómo las barreras
estructurales afectan de manera desigual a los migrantes en función de su contexto socioeconómico.
La interacción entre tecnología y urbanización también redefine las dinámicas sociales y
económicas en los ecosistemas humanos. Sassen (2023) describe las ciudades globales como nodos
centrales en las redes de innovación tecnológica, aunque reconoce las tensiones derivadas de la exclusión
económica. Por otro lado, Jenkins et al. (2022) exploran cómo la convergencia digital transforma las
relaciones de poder, generando tanto oportunidades como desafíos y en sus estudios subrayan que la
inclusión tecnológica es crucial para garantizar la equidad en los entornos urbanos.
El cambio climático y sus efectos en los ecosistemas humanos han sido objeto de atención creciente
en la literatura reciente. ONU-Habitat (2022) advierte que las ciudades, debido a su alta densidad
poblacional y su dependencia de infraestructuras críticas, son particularmente vulnerables a los eventos
climáticos extremos. Blanco-Wells y Günther (2023) proponen que las estrategias de mitigación deben
combinar innovación tecnológica con enfoques participativos. Por su parte, Barbosa et al. (2020)
identifican que la movilidad urbana sostenible es una solución clave para enfrentar los retos del cambio
climático en las ciudades.
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En este marco, las migraciones transnacionales presentan tanto desafíos como oportunidades para
los ecosistemas humanos. López y Gómez (2019) destacan que las redes sociales digitales han facilitado
la integración de los migrantes, permitiendo la creación de comunidades transnacionales. Sin embargo,
Brenner y Schmid (2023) señalan que estas dinámicas también generan tensiones en términos de recursos
y acceso equitativo. Según Tamarit et al. (2021), las políticas públicas deben adaptarse a estas realidades
para garantizar una integración inclusiva y sostenible.
El propósito de esta investigación es analizar las interacciones entre la digitalización, la
urbanización y las migraciones en la configuración de los ecosistemas humanos contemporáneos. Este
trabajo explora cómo estos factores influyen en la sostenibilidad y resiliencia de las comunidades.
Además, se busca ofrecer un enfoque integral que combine perspectivas interdisciplinarias para abordar
los desafíos y oportunidades de los ecosistemas humanos en el siglo XXI.
1. Fundamentación teórica
1.1. Ecosistemas humanos: una visión integral
Los ecosistemas humanos son sistemas dinámicos donde convergen factores sociales, culturales,
económicos y ambientales, formando complejas redes de interacción. Según Martínez et al. (2021), estas
configuraciones reflejan la capacidad de las comunidades para adaptarse a cambios significativos en su
entorno, como la globalización y la urbanización acelerada. Destacan que los ecosistemas humanos
integran no solo relaciones sociales, sino también infraestructuras y recursos naturales que sostienen su
funcionamiento. Además, Brenner y Schmid (2023) introducen el concepto de "urbanización planetaria"
para describir cómo los procesos globales afectan incluso a las áreas más remotas, transformándolas en
espacios integrados dentro de sistemas urbanos. Por su parte, Ruiz y Solana (2013) argumentan que la
interacción entre los diferentes elementos que componen los ecosistemas humanos depende en gran
medida de la cohesión social y la equidad económica. Finalmente, enfatizan que las desigualdades
estructurales dentro de estos ecosistemas son un desafío crítico para su sostenibilidad.
La tecnología desempeña un papel crucial en la configuración de los ecosistemas humanos,
facilitando tanto la conectividad como la exclusión. Shirky (2020) señala que las plataformas digitales
han permitido a las comunidades compartir recursos y conocimientos, al tiempo que han generado
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dependencias tecnológicas que pueden limitar la resiliencia. Jenkins et al. (2022) exploran cómo las
tecnologías emergentes están transformando las dinámicas de poder dentro de los ecosistemas humanos,
permitiendo a las comunidades previamente marginadas participar en redes globales. Además, Blanco-
Wells y Günther (2023) subrayan que, aunque la digitalización ofrece herramientas para mejorar la
sostenibilidad, también introduce nuevos riesgos asociados con la brecha digital. Tamarit et al. (2021)
analizan cómo las redes tecnológicas pueden fortalecer la resiliencia comunitaria si se garantizan
políticas inclusivas. Por último, Sassen (2023) destaca que las ciudades globales son nodos esenciales en
la interacción entre tecnología y sostenibilidad, actuando como centros de innovación y desigualdad
simultáneamente.
Desde una perspectiva ambiental, los ecosistemas humanos están profundamente interconectados
con los sistemas naturales que los sostienen. Las comunidades rurales dependen directamente de los
recursos naturales para su subsistencia, lo que las hace particularmente vulnerables al cambio climático.
Ruiz y Solana (2013) señalan que la urbanización descontrolada puede llevar al agotamiento de estos
recursos, exacerbando las desigualdades entre comunidades rurales y urbanas. Argumentan que la
sostenibilidad de los ecosistemas humanos requiere una integración efectiva de políticas ambientales y
sociales que aborden las necesidades de las poblaciones más vulnerables. Por otro lado, Martínez et al.
(2021) destacan que las prácticas culturales tradicionales pueden ofrecer soluciones innovadoras para la
gestión sostenible de recursos. Finalmente, Brenner y Schmid (2023) advierten que la expansión urbana
a menudo ignora los límites ambientales, creando tensiones entre desarrollo y conservación.
La cohesión social es otro elemento esencial en el funcionamiento de los ecosistemas humanos.
Según Ruiz y Solana (2013), las comunidades más cohesionadas tienden a ser más resilientes frente a
crisis económicas y sociales. Tamarit et al. (2021) explican que la cohesión social se fortalece a través
de la participación comunitaria y las redes de apoyo mutuo, factores que también contribuyen a la
sostenibilidad. Señalan que las desigualdades económicas son una barrera importante para la cohesión,
especialmente en contextos urbanos. Jenkins et al. (2022) destacan que las plataformas digitales pueden
tanto facilitar como obstaculizar la cohesión social, dependiendo de cómo se utilicen y debe ser un
objetivo prioritario en el diseño de políticas públicas para garantizar la sostenibilidad de los ecosistemas
humanos.
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En términos de gobernanza, los ecosistemas humanos requieren estrategias integrales que
consideren sus múltiples dimensiones. Según Sassen (2023), la gobernanza inclusiva es esencial para
abordar las desigualdades dentro de los ecosistemas humanos, especialmente en las ciudades globales.
Shirky (2020) subraya que las plataformas digitales pueden ser herramientas efectivas para la
participación ciudadana, pero advierte sobre la necesidad de regulaciones que promuevan la equidad.
Tamarit et al. (2021) argumentan que las estrategias de gobernanza deben incorporar tanto enfoques
participativos como tecnologías emergentes para ser efectivas. Blanco-Wells y Günther (2023) destacan
que las políticas públicas deben enfocarse en fortalecer las capacidades locales, permitiendo a las
comunidades adaptarse a los cambios globales. Por último, Martínez et al. (2021) concluyen que la
integración de perspectivas interdisciplinarias es clave para garantizar la sostenibilidad y resiliencia de
los ecosistemas humanos.
1.2. Resiliencia en los ecosistemas humanos
La resiliencia en los ecosistemas humanos se entiende como la capacidad de las comunidades para
adaptarse, recuperarse y prosperar frente a crisis y cambios disruptivos. Según Adger (2000), la
resiliencia social depende de las interacciones entre la estructura económica, las instituciones políticas y
las redes de apoyo comunitarias. Walker et al. (2004) argumentan que la adaptabilidad de los sistemas
humanos está influenciada por su capacidad de reorganización tras eventos adversos y subrayan la
importancia de los procesos de aprendizaje colectivo para fortalecer la resiliencia en escenarios de
incertidumbre. Así también plantean que la resiliencia no es solo una propiedad inherente de las
comunidades, sino un proceso dinámico que puede ser mejorado mediante intervenciones estratégicas.
La integración de los sistemas sociales y ecológicos es crucial para garantizar una resiliencia
sostenible. Desde una perspectiva comunitaria, la resiliencia está estrechamente vinculada con la
cohesión social y la capacidad de las comunidades para cooperar frente a desafíos comunes. Las
comunidades resilientes son aquellas que combinan redes sociales fuertes con un liderazgo efectivo y
una gobernanza inclusiva, la participación comunitaria en la planificación y respuesta a crisis es un factor
clave para el fortalecimiento de la resiliencia (Ruiz y Solana, 2013).
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Cutter et al. (2008) proponen un modelo que integra indicadores sociales, económicos y
ambientales para medir la resiliencia comunitaria. Añaden que las capacidades adaptativas, como el
acceso a información y recursos, son fundamentales para la preparación frente a crisis. Además, señalan
que la resiliencia comunitaria está directamente relacionada con el sentido de pertenencia y la identidad
cultural compartida.
En términos de planificación urbana, la resiliencia implica una adaptación estratégica para hacer
frente a las vulnerabilidades en los entornos urbanos. Las ciudades se reconstruyen tras desastres,
destacando la importancia de integrar enfoques sostenibles en el proceso de recuperación. La resiliencia
urbana no solo depende de la infraestructura física, sino también de las políticas públicas que promuevan
la inclusión social. Meerow et al. (2016) sugieren que la resiliencia debe ser entendida como un proceso
continuo de planificación y adaptación, especialmente en contextos de urbanización acelerada. Proponen
un marco para evaluar la resiliencia urbana basado en la capacidad de las ciudades para anticipar,
responder y aprender de los cambios; además, destacan que las estrategias de resiliencia urbana deben
abordar simultáneamente desafíos sociales, económicos y ambientales para ser efectivas.
El papel de la gobernanza es fundamental en la construcción de la resiliencia en los ecosistemas
humanos. Según Ostrom (2010), las instituciones locales desempeñan un papel crucial en la gestión
sostenible de los recursos comunes, lo que a su vez fortalece la resiliencia de las comunidades. En esta
línea, la gobernanza adaptativa es esencial para manejar la incertidumbre y promover la capacidad de
respuesta en contextos de cambio global. Las políticas públicas inclusivas son fundamentales para
abordar las desigualdades que limitan la resiliencia y la participación ciudadana en la toma de decisiones
mejora la capacidad de las comunidades para adaptarse a los cambios. Una gobernanza efectiva debe ser
flexible y basada en el aprendizaje continuo para responder a las dinámicas cambiantes de los ecosistemas
humanos.
La integración de tecnología y resiliencia es otro aspecto clave para el fortalecimiento de los
ecosistemas humanos. Las herramientas tecnológicas pueden mejorar la capacidad de respuesta de las
comunidades al facilitar la comunicación y la coordinación en situaciones de emergencia. Los sistemas
de información geográfica (SIG) son esenciales para monitorear riesgos y planificar estrategias de
adaptación. Walker et al. (2004) argumentan que la resiliencia tecnológica debe estar alineada con los
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valores culturales y sociales de las comunidades para ser efectiva. Finalmente, Béné et al. (2014)
concluyen que la resiliencia en los ecosistemas humanos requiere un equilibrio entre la innovación
tecnológica y la inclusión social.
1.3 Digitalización y ecosistemas humanos
La digitalización ha transformado profundamente la manera en que los ecosistemas humanos
interactúan, se desarrollan y responden a los desafíos globales. La Cuarta Revolución Industrial ha
integrado tecnologías digitales en todas las esferas de la vida, afectando las dinámicas sociales,
económicas y culturales. Castells (2012) argumenta que la sociedad red creada por la digitalización
redefine las relaciones humanas, generando tanto oportunidades como desigualdades. Las plataformas
digitales actúan como mediadoras de estas interacciones, moldeando cómo las comunidades acceden a
la información y se comunican. Gillespie (2014) señala que los algoritmos detrás de estas plataformas
no solo organizan datos, sino que también influyen en las percepciones y comportamientos sociales.
Finalmente, Boyd y Crawford (2012) subrayan que el big data tiene un impacto significativo en la forma
en que se gestionan y analizan los ecosistemas humanos.
En el ámbito económico, la digitalización ha transformado los mercados laborales y los patrones
de consumo. Según Brynjolfsson y McAfee (2014), la automatización y la inteligencia artificial están
cambiando la naturaleza del trabajo, desplazando ciertas ocupaciones mientras crean nuevas
oportunidades. Tapscott y Tapscott (2018) plantean que la tecnología blockchain podría democratizar las
estructuras económicas al descentralizar la gestión de recursos. En el contexto latinoamericano, Hilbert
(2016) destaca que la brecha digital sigue siendo un obstáculo para el desarrollo inclusivo, afectando
particularmente a las comunidades rurales. Finalmente, Zuboff (2019) advierte sobre los riesgos del
capitalismo de vigilancia, que utiliza datos personales para controlar comportamientos y decisiones de
consumo.
Desde una perspectiva social, la digitalización ha facilitado la creación de redes globales, pero
también ha generado nuevas formas de exclusión. Según Couldry y Mejías (2023), la colonialidad de los
datos es un fenómeno en el que las potencias tecnológicas utilizan la información de los países en
desarrollo para su propio beneficio, exacerbando las desigualdades globales. Boyd (2012) analiza cómo
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las redes sociales digitales han cambiado las dinámicas de interacción, permitiendo la conexión
instantánea pero también fomentando la superficialidad en las relaciones humanas. Las redes digitales
pueden fortalecer el capital social si se utilizan para construir relaciones significativas. El diseño de las
plataformas prioriza el beneficio comercial sobre las necesidades sociales, afectando la cohesión
comunitaria. Finalmente, Morozov (2011) critica el determinismo tecnológico, sugiriendo que la
tecnología no es intrínsecamente buena ni mala, sino que su impacto depende de cómo se implemente y
regule.
En términos de gobernanza, las tecnologías digitales ofrecen tanto oportunidades como retos para
la gestión de los ecosistemas humanos. Los sistemas de gobernanza digital pueden mejorar la eficiencia
en la provisión de servicios públicos, pero también requieren transparencia y regulaciones claras. El
gobierno electrónico puede facilitar la participación ciudadana, aunque se advierte sobre los riesgos de
exclusión digital. Por su parte, Cordella y Bonina (2012) señalan que la digitalización debe estar alineada
con los objetivos de desarrollo sostenible para garantizar su impacto positivo y sugieren que los datos
abiertos pueden empoderar a las comunidades al proporcionar acceso a información clave para la toma
de decisiones. Propone un enfoque híbrido que combine tecnologías digitales con interacciones cara a
cara para maximizar la efectividad de la gobernanza.
El impacto ambiental de la digitalización es un aspecto frecuentemente ignorado en el análisis de
los ecosistemas humanos. La propiedad intelectual en el ámbito digital puede afectar la innovación en
tecnologías sostenibles. A tal efecto, la economía circular podría ser una solución para minimizar el
impacto ambiental de la digitalización al fomentar la reutilización de materiales; además, la transición
hacia un modelo tecnológico más sostenible requeriría la colaboración entre gobiernos, empresas y
comunidades.
1.3. Características migraciones y su impacto en los ecosistemas humanos
Las migraciones son uno de los fenómenos sociales más significativos del siglo XXI, con
profundos efectos en los ecosistemas humanos. Según Castles y Miller (2014), las migraciones
internacionales reconfiguran las relaciones sociales, económicas y culturales en las comunidades
receptoras, mientras que generan desafíos de integración y cohesión social. Los movimientos migratorios
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están impulsados por una combinación de factores estructurales y microeconómicos que crean patrones
de desigualdad entre regiones de origen y destino. Por su parte, De Haas (2020) subraya que las
migraciones no son únicamente un resultado de la pobreza, sino una estrategia de adaptación y movilidad
social, señala que las políticas migratorias restrictivas en los países desarrollados no han reducido
significativamente los flujos migratorios, sino que han llevado a una mayor diversificación de las rutas
migratorias. Finalmente, Carling (2014) exploran cómo las percepciones de riesgo y oportunidades
influyen en las decisiones de migrar.
En el contexto urbano, las migraciones tienen un impacto directo en la configuración de las
ciudades, transformando sus paisajes sociales y económicos. Según Sassen (2023), las ciudades globales
se han convertido en destinos clave para los migrantes debido a sus mercados laborales diversificados y
sus infraestructuras avanzadas. Los migrantes urbanos construyen redes sociales informales que les
permiten sobrevivir y prosperar en contextos precarios. También destaca que las políticas de
planificación urbana deben adaptarse para incluir a los migrantes como actores clave en el desarrollo de
las ciudades, la diversidad cultural y económica aportada por los migrantes enriquece el dinamismo y la
creatividad de las ciudades.
Desde una perspectiva social, las migraciones afectan profundamente las dinámicas de cohesión e
inclusión en las comunidades receptoras. Las comunidades de migrantes enfrentan barreras significativas
para su integración, incluidas discriminación y exclusión económica. Alba y Nee (2003) introducen, por
un lado, el concepto de asimilación segmentada, que describe cómo las oportunidades de integración
varían en función de factores como la clase social, el origen étnico y el capital cultural, por el otro, la
noción de migración transnacional, en la que los migrantes mantienen vínculos activos tanto con sus
países de origen como con sus comunidades receptoras. Los estados-nación influyen en la integración de
los migrantes al reforzar o debilitar las identidades culturales y las políticas inclusivas son fundamentales
para construir comunidades cohesionadas en contextos de alta diversidad.
El impacto económico de las migraciones en los ecosistemas humanos es amplio y variado. Los
migrantes aportan al crecimiento económico al llenar vacíos en los mercados laborales y al aumentar la
diversidad empresarial. Sin embargo, los efectos económicos de la migración pueden ser desiguales,
beneficiando a algunos sectores mientras perjudican a otros, especialmente a los trabajadores menos
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cualificados. La movilidad laboral internacional puede reducir las desigualdades globales, pero requiere
políticas internacionales coordinadas. Además, las remesas enviadas por los migrantes tienen un impacto
significativo en las economías de los países de origen, actuando como un mecanismo de redistribución
de recursos. Las políticas de inmigración deben equilibrar los intereses económicos con las
consideraciones humanitarias para maximizar los beneficios de la migración.
En el ámbito político, las migraciones plantean desafíos significativos para los estados-nación,
especialmente en términos de gobernanza y derechos humanos. Según Betts (2013), los sistemas
internacionales de protección de refugiados y migrantes deben ser reformados para abordar las
complejidades de los movimientos migratorios contemporáneos y analizar cómo las narrativas políticas
sobre la migración influyen en la percepción pública y en las políticas gubernamentales. Por su parte,
Castles y Miller (2014) argumenta que las políticas migratorias restrictivas a menudo generan efectos
secundarios no deseados, como el aumento de la migración irregular, destaca que la cooperación
internacional es esencial para gestionar los flujos migratorios de manera efectiva y garantizar la
protección de los derechos de los migrantes.
1.4. Sostenibilidad y gobernanza en los ecosistemas humanos
La sostenibilidad es un pilar fundamental en los ecosistemas humanos, y su logro depende de un
equilibrio entre dimensiones sociales, económicas y ambientales. Según Brundtland (1987), el desarrollo
sostenible implica satisfacer las necesidades presentes sin comprometer la capacidad de las futuras
generaciones. Daly y Farley (2011) argumenta que esto requiere una redefinición de las relaciones
económicas, priorizando el uso eficiente de los recursos naturales y la reducción de desechos. Se
introduce el concepto del triple resultado, que enfatiza la necesidad de equilibrar beneficios económicos,
sociales y ambientales. En este contexto, Meadowcroft (2009) subrayan que los sistemas humanos deben
integrarse con los sistemas ecológicos para garantizar su sostenibilidad a largo plazo. Finalmente,
Rockström et al. (2009) plantean que el respeto a los límites planetarios es esencial para evitar un colapso
ambiental global.
La gobernanza es un factor clave para implementar estrategias sostenibles en los ecosistemas
humanos. Según Ostrom (2010), la gestión de los bienes comunes requiere de instituciones locales que
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promuevan la cooperación y el uso racional de los recursos. Meadowcroft (2009) señala que la
gobernanza sostenible debe ser inclusiva, permitiendo la participación de todos los actores relevantes en
la toma de decisiones. Además, Biermann et al. (2012) argumentan que las estructuras de gobernanza
global son esenciales para abordar problemas transnacionales, como el cambio climático y la pérdida de
biodiversidad. En el ámbito urbano, las ciudades desempeñan un papel central en la implementación de
políticas sostenibles, ya que concentran la mayor parte de la población y de las emisiones de carbono.
Finalmente, Ruiz y Solana (2013) subrayan la importancia de integrar el conocimiento científico con el
saber local para diseñar soluciones efectivas y contextualizadas.
Desde una perspectiva social, la sostenibilidad y la gobernanza están intrínsecamente relacionadas
con la equidad y la justicia social. Agyeman et al. (2002) introducen el concepto de justicia ambiental,
que subraya la necesidad de garantizar que todos los grupos sociales tengan acceso equitativo a los
beneficios del desarrollo sostenible. Raworth (2017) propone el modelo de la “economía rosquilla”, que
combina límites planetarios con objetivos sociales, para crear un marco que permita alcanzar un
desarrollo equitativo. El desarrollo humano debe ser el eje de la sostenibilidad, enfatizando la expansión
de las capacidades individuales y colectivas. Además, la inclusión social y la participación activa de las
comunidades son fundamentales para garantizar que las políticas sostenibles sean efectivas y aceptadas.
Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) proporcionan una hoja de ruta integral para abordar las
desigualdades globales y promover una gobernanza equitativa.
La economía circular es una estrategia clave para alcanzar la sostenibilidad en los ecosistemas
humanos. Según Kirchherr et al. (2017), la economía circular busca cerrar los ciclos de recursos mediante
la reducción, reutilización y reciclaje, minimizando así el impacto ambiental. Este enfoque puede generar
beneficios económicos significativos al reducir costos de producción y fomentar la innovación. Además,
la economía circular no solo es una herramienta para la sostenibilidad ambiental, sino también una
estrategia para mejorar la resiliencia económica en las comunidades. Por su parte, Bocken et al. (2014)
analizan modelos de negocio sostenibles que integran principios de economía circular, promoviendo la
colaboración entre empresas y comunidades. Finalmente, Ellen MacArthur Foundation (2013) subraya
que la transición hacia una economía circular requiere de políticas públicas coherentes y de una inversión
significativa en infraestructura y educación.
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El cambio climático es uno de los desafíos más urgentes para la sostenibilidad y la gobernanza en
los ecosistemas humanos. Según IPCC (2021), la acción climática debe ser una prioridad para mitigar
los impactos negativos sobre los sistemas sociales y ecológicos. El costo de no actuar frente al cambio
climático será significativamente mayor que la inversión requerida para su mitigación. Por su parte,
Nordhaus (2018) enfatiza la importancia de los acuerdos internacionales, como el Acuerdo de París, para
coordinar esfuerzos globales en la reducción de emisiones. La adaptación al cambio climático debe ser
integrada en la planificación urbana y rural para aumentar la resiliencia de las comunidades. Las políticas
climáticas deben estar alineadas con los principios de justicia social para garantizar que los grupos más
vulnerables no sean desproporcionadamente afectados.
2. Metodología
2.1. Enfoque metodológico
El presente artículo se enmarca dentro de una metodología documental, caracterizada por el análisis
y la interpretación de fuentes secundarias como libros, artículos científicos, informes y bases de datos.
Según Arias (2012), la investigación documental se centra en la recopilación, organización y análisis
crítico de información ya existente, permitiendo identificar patrones, tendencias y vacíos en el
conocimiento. Este enfoque es particularmente útil en estudios teóricos, ya que facilita la construcción
de un marco conceptual sólido a partir de la revisión exhaustiva de la literatura. Por su parte, Hernández
et al. (2018) señalan que la investigación documental no solo se limita a compilar información, sino que
también implica una síntesis crítica que contribuye al desarrollo del conocimiento científico. Además,
subrayan que este tipo de estudio permite abordar problemáticas complejas de manera integral al integrar
múltiples perspectivas disciplinarias.
2.2. Diseño de la investigación
El diseño de esta investigación es de tipo descriptivo, ya que busca analizar y sistematizar los
elementos conceptuales relacionados con los ecosistemas humanos, su resiliencia, la digitalización, las
migraciones y la sostenibilidad. Según Hernández et al. (2018), el diseño descriptivo es apropiado cuando
el objetivo es comprender y caracterizar fenómenos específicos sin intervenir directamente en ellos. Por
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su parte, Creswell (2014) enfatiza que este diseño permite desarrollar categorías analíticas basadas en la
revisión de literatura, facilitando la interpretación y la discusión crítica de los hallazgos. Los estudios
descriptivos son esenciales para establecer bases teóricas que puedan servir de referencia para
investigaciones futuras. En este contexto, el diseño descriptivo en estudios documentales es
particularmente efectivo para explorar temas multidimensionales que requieren una aproximación
holística.
2.3. Fuentes de información
Las fuentes utilizadas en este estudio incluyen artículos científicos, libros especializados, informes
de organismos internacionales y documentos académicos de acceso abierto. De acuerdo con Flick (2015),
la selección de fuentes debe ser rigurosa y fundamentarse en criterios de relevancia, actualidad y validez
científica. Además, las fuentes secundarias están respaldadas por autores reconocidos en el campo de
estudio para garantizar la calidad y confiabilidad de los datos analizados. Se realizó una búsqueda
sistemática de múltiples fuentes en bases de datos académicas como Scopus, Web of Science y Google
Scholar, así como en repositorios de acceso abierto. Asimismo, Denzin y Lincoln (2015) argumentan que
la triangulación de múltiples fuentes permite enriquecer el análisis y reducir los sesgos interpretativos.
2.4. Técnicas de análisis de la información
El análisis de la información se realizó mediante una técnica de análisis de contenido, siguiendo
las recomendaciones de Krippendorff (2013). Esta técnica implica la codificación, categorización y
síntesis de datos textuales para identificar patrones, temas y relaciones conceptuales. El análisis de
contenido es adecuado en investigaciones documentales, ya que permite organizar la información de
manera estructurada y sistemática; además, facilita la interpretación crítica de los datos al
contextualizarlos dentro del marco teórico de la investigación. Por su parte, Bardin (2013) argumenta
que el análisis de contenido es particularmente útil para identificar las implicaciones teóricas y prácticas
de los hallazgos en estudios interdisciplinarios. Subraya que la claridad en la definición de categorías
analíticas es esencial para garantizar la validez y la reproducibilidad de los resultados.
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2.5. Limitaciones de la investigación
A pesar de su rigor metodológico, esta investigación enfrenta algunas limitaciones inherentes al
enfoque documental. Una de las principales limitaciones de este tipo de estudios es la dependencia de
fuentes secundarias, lo que puede restringir la interpretación a los datos disponibles en la literatura, la
falta de acceso a ciertas fuentes relevantes puede generar sesgos en el análisis. La subjetividad del
investigador en la selección e interpretación de las fuentes puede influir en los resultados, aunque este
riesgo se mitiga mediante la triangulación y la revisión crítica. Además, las investigaciones documentales
no permiten la generalización de los hallazgos, ya que estos están contextualmente limitados a la
literatura analizada. No obstante, estas limitaciones no restan valor al enfoque, ya que su principal
fortaleza radica en la generación de marcos teóricos sólidos y transferibles.
2.6. Desarrollo y análisis
Los ecosistemas humanos representan una interacción compleja entre sistemas sociales, culturales,
económicos y ambientales que requieren un análisis integral para comprender sus dinámicas. Estos
ecosistemas son sistemas acoplados que conectan las actividades humanas con los procesos ecológicos
en ciclos continuos de retroalimentación. Ostrom (2010) plantea que la sostenibilidad de estos sistemas
depende de la gobernanza multinivel, integrando enfoques locales, nacionales e internacionales.
Asimismo, Ruiz y Solana (2013) enfatizan que la capacidad de los ecosistemas humanos para adaptarse
y transformarse frente a crisis globales es un factor clave para garantizar su resiliencia.
La digitalización ha modificado profundamente las interacciones dentro de los ecosistemas
humanos, creando nuevas oportunidades y desafíos. Según Brynjolfsson et al. (2020), la automatización
y el uso de datos masivos han transformado los mercados laborales, fomentando la innovación, pero
también desplazando empleos tradicionales. Castells (2012) destaca que la sociedad red ha permitido una
conectividad global sin precedentes, pero al mismo tiempo ha profundizado las desigualdades
estructurales, especialmente en regiones de ingresos bajos. Hilbert (2016) señala que la brecha digital es
uno de los mayores obstáculos para el desarrollo inclusivo, ya que limita el acceso a oportunidades
educativas y económicas. Por otro lado, Zuboff (2019) advierte que el capitalismo de vigilancia, basado
en el control de datos personales, representa una amenaza para la autonomía individual dentro de los
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ecosistemas digitales. Finalmente, Morozov (2011) critica el determinismo tecnológico, subrayando que
la tecnología no es intrínsecamente buena ni mala, sino que su impacto depende del contexto social y
político en el que se implemente.
En el ámbito migratorio, los ecosistemas humanos son profundamente influenciados por los
movimientos de población que alteran las dinámicas sociales y económicas. Las migraciones se
identifican como un motor de cambio social, redistribuyendo recursos, conocimientos y culturas. Castles
y Miller (2014) argumentan que las migraciones internacionales reconfiguran los espacios urbanos,
creando comunidades superdiversas. Carling (2014) añade que las decisiones de migrar están
influenciadas tanto por factores estructurales como por percepciones individuales de oportunidad. En
este contexto, Bakewell (2008) destaca que las narrativas políticas en torno a la migración a menudo
simplifican este fenómeno, limitando la capacidad de respuesta de los gobiernos y analiza cómo las
comunidades migrantes enfrentan barreras para su integración, incluidas la discriminación y la falta de
acceso a servicios básicos.
La sostenibilidad es un principio rector para el equilibrio de los ecosistemas humanos. Rockström
et al. (2009) introducen el concepto de límites planetarios, destacando que el respeto a estas fronteras es
esencial para evitar un colapso ambiental. Daly y Farley (2011) proponen una economía ecológica que
priorice la estabilidad de los sistemas naturales sobre el crecimiento económico ilimitado, mientras que
Raworth (2017) propone el modelo de la economía rosquilla como un enfoque práctico para equilibrar
los objetivos sociales y ecológicos. Steffen et al. (2015) advierten que la acción climática inmediata es
crucial para mitigar los efectos del cambio climático en los ecosistemas humanos.
La resiliencia es un aspecto esencial para entender la capacidad de los ecosistemas humanos de
adaptarse a los cambios y crisis. Según Adger (2000), la resiliencia social depende de factores como la
cohesión comunitaria, la confianza social y la participación ciudadana. Walker et al. (2004) argumentan
que la adaptabilidad y la capacidad de reorganización son cruciales para la supervivencia de los sistemas
humanos en contextos de incertidumbre y destacan que los procesos de aprendizaje colectivo fortalecen
la resiliencia, esta no es una propiedad estática, sino un proceso dinámico que puede ser mejorado
mediante estrategias de intervención. Por último, Ruiz y Solana (2013) subrayan que la integración de
sistemas sociales y ecológicos es fundamental para construir resiliencia en un mundo globalizado.
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La gobernanza inclusiva es fundamental para abordar los desafíos de los ecosistemas humanos.
Meadowcroft (2009) argumenta que la gobernanza sostenible debe ser participativa, incorporando a todos
los actores relevantes en la toma de decisiones. El papel de las ciudades como actores clave en la
implementación de políticas sostenibles es importante, especialmente en un contexto de urbanización
masiva. Biermann et al. (2012) subrayan que los acuerdos internacionales son esenciales para abordar
problemas transnacionales como el cambio climático y enfatizan la importancia de integrar el
conocimiento científico con el saber local para diseñar estrategias efectivas. Por último, las estructuras
de gobernanza deben ser flexibles para adaptarse a los cambios dinámicos en los sistemas humanos.
En términos de tecnología, el impacto ambiental de la digitalización es un tema que merece
atención, aunque las tecnologías digitales pueden reducir el consumo de recursos en ciertos sectores,
también generan un aumento en los residuos electrónicos y la demanda energética. Las infraestructuras
digitales tienen una huella de carbono significativa, lo que exige la transición hacia fuentes de energía
renovables. Ellen MacArthur Foundation (2013) propone la economía circular como un enfoque para
minimizar el impacto ambiental de la digitalización mediante la reutilización y el reciclaje de materiales.
Los resultados de este estudio documental destacan la interdependencia intrínseca entre los
sistemas sociales, económicos y ecológicos que conforman los ecosistemas humanos. Se identificó que
los cambios globales, como la digitalización, las migraciones y el cambio climático, actúan como factores
disruptivos que transforman las dinámicas tradicionales, generando tanto oportunidades como desafíos
para la sostenibilidad y la resiliencia. Los ecosistemas humanos enfrentan presiones constantes debido a
la creciente complejidad de las interacciones globales, lo que pone de manifiesto la necesidad de sistemas
adaptativos capaces de manejar incertidumbres y riesgos.
En términos de digitalización, se observó que las tecnologías digitales han potenciado la
conectividad global, pero al mismo tiempo han ampliado las desigualdades preexistentes. Mientras que
regiones con acceso a tecnologías avanzadas han experimentado un crecimiento en innovación y
productividad, otras enfrentan barreras significativas debido a la falta de infraestructura tecnológica.
Según Graham (2011), esta brecha digital no solo limita las oportunidades económicas, sino que también
excluye a comunidades enteras del acceso a recursos críticos, como educación y servicios de salud. Este
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hallazgo resalta la importancia de implementar políticas inclusivas que aseguren la equidad en la
distribución de los beneficios tecnológicos.
En el ámbito de las migraciones, los resultados reflejan cómo los flujos migratorios reconfiguran
los ecosistemas humanos al introducir nuevas dinámicas culturales y económicas. Las ciudades
receptoras, en particular, enfrentan desafíos relacionados con la integración y la cohesión social. Según
Betts (2013), las migraciones contemporáneas no pueden ser entendidas únicamente desde una
perspectiva económica, ya que están profundamente influenciadas por factores políticos, sociales y
ambientales. Los hallazgos destacan la necesidad de abordar las migraciones desde un enfoque
multidimensional que considere no solo las necesidades inmediatas de los migrantes, sino también las
implicaciones a largo plazo para las comunidades receptoras.
En cuanto a sostenibilidad, los resultados subrayan que los ecosistemas humanos están operando
peligrosamente cerca de los límites planetarios, especialmente en áreas relacionadas con la pérdida de
biodiversidad y el cambio climático. Steffen et al. (2015) argumentan que las actividades humanas están
impulsando cambios significativos en el sistema terrestre, con impactos potencialmente irreversibles.
Este análisis pone de relieve la urgencia de implementar estrategias de desarrollo sostenible que integren
objetivos sociales y ecológicos. Además, se identificó que la acción climática debe ser prioritaria, no solo
para mitigar los efectos negativos del cambio climático, sino también para fortalecer la resiliencia de las
comunidades más vulnerables.
Finalmente, los hallazgos destacan la importancia de la gobernanza inclusiva para enfrentar los
desafíos complejos que afectan a los ecosistemas humanos. Se observó que los enfoques de gobernanza
fragmentados son insuficientes para abordar problemas globales como el cambio climático o las
migraciones masivas. Según Ostrom (2010), los sistemas de gobernanza que integran múltiples niveles
de acción, desde lo local hasta lo global, son esenciales para manejar la complejidad y promover la
sostenibilidad. Los resultados también sugieren que la participación activa de las comunidades en los
procesos de toma de decisiones mejora significativamente la efectividad de las políticas implementadas.
En síntesis, los resultados de este estudio evidencian la necesidad de enfoques integrales que
aborden las múltiples dimensiones de los ecosistemas humanos. Aunque los avances en tecnología y
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desarrollo han generado beneficios significativos, estos deben ser equilibrados con medidas que
garanticen la equidad social, la protección ambiental y la resiliencia comunitaria. La investigación
documental no solo permitió identificar estas dinámicas, sino que también destacó áreas clave donde se
requiere mayor atención, como la gobernanza global, la inclusión digital y la justicia climática.
2.7. Discusión
Los hallazgos de esta investigación subrayan la complejidad y las interdependencias que
caracterizan a los ecosistemas humanos. La digitalización, las migraciones, la sostenibilidad y la
gobernanza son factores que actúan de manera simultánea, configurando nuevas dinámicas en estos
sistemas. Según Castles y Miller (2014), las interacciones entre las esferas sociales y naturales no pueden
entenderse como procesos lineales, sino como sistemas acoplados con múltiples retroalimentaciones.
Este enfoque resalta la necesidad de desarrollar marcos teóricos y prácticos que integren estas
dimensiones para abordar problemas globales como el cambio climático, la desigualdad y los
desplazamientos masivos.
En el caso de la digitalización, los resultados confirman que esta tecnología ha transformado
profundamente los ecosistemas humanos, aunque de manera desigual, ya que se critica la concentración
de poder en manos de un pequeño grupo de corporaciones tecnológicas. Mientras que Brynjolfsson y
McAfee (2014) celebran los avances en productividad y eficiencia derivados de las tecnologías digitales.
Esta polarización genera tensiones entre los beneficios económicos y los riesgos sociales asociados con
la pérdida de privacidad, el control de datos y la exclusión digital. Por ello, es fundamental que las
políticas tecnológicas no solo se centren en la innovación, sino también en la equidad y la sostenibilidad,
asegurando que los avances tecnológicos sean accesibles para todos los sectores de la sociedad.
En relación con las migraciones, los hallazgos destacan la importancia de adoptar un enfoque
multidimensional para comprender este fenómeno. Según De Haas (2020), las migraciones no solo son
una respuesta a desigualdades estructurales, sino también una estrategia proactiva para mejorar la calidad
de vida. Sin embargo, autores como Agier (2016) advierten que las políticas migratorias restrictivas en
los países desarrollados han exacerbado las vulnerabilidades de los migrantes, creando crisis
humanitarias en las fronteras y en los países de tránsito. Estos resultados reflejan la necesidad de enfoques
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de gobernanza global que aborden las migraciones desde una perspectiva de derechos humanos,
promoviendo la inclusión y el bienestar tanto de los migrantes como de las comunidades receptoras.
La sostenibilidad emerge como un eje central en la discusión sobre los ecosistemas humanos.
Rockström et al. (2009) proponen que el respeto por los límites planetarios es una condición
indispensable para garantizar el bienestar de las generaciones futuras. Sin embargo, los resultados
muestran que las actividades humanas continúan superando estos límites, especialmente en lo
relacionado con el cambio climático y la pérdida de biodiversidad. Steffen et al. (2015) argumentan que
la transición hacia un desarrollo sostenible requiere transformaciones profundas en los sistemas de
producción, consumo y gobernanza. En este sentido, el modelo de la economía rosquilla propuesto por
Raworth (2017) se presenta como una alternativa prometedora, al integrar objetivos sociales y ecológicos
en un marco de acción coherente.
La gobernanza inclusiva, identificada como un factor clave en los resultados, plantea importantes
desafíos para la implementación de políticas efectivas. Según Bäckstrand et al. (2010), los enfoques
tradicionales de gobernanza han demostrado ser insuficientes para abordar problemas transnacionales
como el cambio climático o las migraciones masivas. En cambio, se necesita una gobernanza policéntrica
que permita la participación de múltiples actores, desde comunidades locales hasta organizaciones
internacionales. Ostrom (2010) subraya que la cooperación multinivel es esencial para manejar la
complejidad de los ecosistemas humanos, mientras que Biermann et al. (2012) destacan que la
integración del conocimiento local con enfoques científicos puede mejorar significativamente la
efectividad de las políticas públicas.
En conclusión, esta discusión pone de manifiesto que los ecosistemas humanos enfrentan una serie
de desafíos interrelacionados que requieren soluciones integrales y colaborativas. La digitalización,
aunque transformadora, debe gestionarse cuidadosamente para evitar la concentración de poder y la
exclusión social. Las migraciones, como fenómeno multifacético, exigen políticas inclusivas que
promuevan la justicia social y los derechos humanos. La sostenibilidad, lejos de ser un objetivo abstracto,
debe ser el eje central de las acciones humanas para preservar la viabilidad del planeta. Finalmente, la
gobernanza inclusiva se presenta como una herramienta indispensable para construir resiliencia y
equidad en un mundo globalizado. Los hallazgos de esta investigación no solo aportan nuevas
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perspectivas teóricas, sino que también ofrecen una base sólida para la acción política y social en favor
de ecosistemas humanos más sostenibles y justos.
Conclusiones
Los ecosistemas humanos, como sistemas integrados de interacción social, económica y ecológica,
enfrentan desafíos cada vez más complejos en un contexto global caracterizado por el cambio climático,
la digitalización acelerada y los movimientos migratorios masivos. Este trabajo ha puesto de manifiesto
la interdependencia entre estas dinámicas y la necesidad de abordarlas desde una perspectiva integral que
priorice la sostenibilidad, la equidad y la resiliencia.
La digitalización, aunque ofrece innumerables oportunidades para mejorar la conectividad y la
eficiencia, también plantea riesgos significativos, como la exclusión social derivada de la brecha digital
y el impacto ambiental asociado al uso intensivo de recursos tecnológicos. Este estudio resalta la
importancia de implementar políticas inclusivas que garanticen un acceso equitativo a las tecnologías y
que fomenten un uso responsable y sostenible de los recursos digitales. Como señala Graham (2011), el
acceso desigual a las tecnologías perpetúa las desigualdades estructurales, limitando las posibilidades de
desarrollo en regiones menos favorecidas.
En el ámbito de las migraciones, los hallazgos reflejan que estas son tanto una respuesta a las
desigualdades estructurales como una estrategia proactiva de movilidad social. Las comunidades
receptoras, especialmente en las ciudades globales, enfrentan desafíos relacionados con la integración y
la cohesión social. Abordar estas dinámicas requiere políticas que reconozcan las contribuciones
económicas y culturales de los migrantes, al tiempo que garanticen sus derechos fundamentales. Como
argumenta Betts (2013), las políticas migratorias deben superar las narrativas restrictivas y adoptar un
enfoque basado en derechos humanos que promueva la inclusión y la justicia social.
La sostenibilidad emerge como el eje central para garantizar la viabilidad de los ecosistemas
humanos. Este trabajo confirma que los límites planetarios, como los relacionados con el cambio
climático y la pérdida de biodiversidad, son advertencias claras de que las actividades humanas deben
ajustarse a las capacidades del sistema terrestre. La integración de modelos innovadores, como la
economía rosquilla propuesta por Raworth (2017), se presenta como una alternativa prometedora para
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equilibrar el bienestar social con la protección ambiental. Sin embargo, su implementación requiere
transformaciones profundas en los sistemas de producción, consumo y gobernanza.
La gobernanza inclusiva se presenta como una herramienta indispensable para enfrentar los
desafíos multifacéticos que afectan a los ecosistemas humanos. Los resultados evidencian que los
enfoques fragmentados y unilaterales son insuficientes para abordar problemas globales como el cambio
climático y las migraciones masivas. Por lo tanto, es fundamental promover sistemas de gobernanza
policéntricos, que integren múltiples niveles de acción y permitan la participación activa de las
comunidades en la toma de decisiones. Como señala Ostrom (2010), la cooperación multinivel es clave
para manejar la complejidad de estos sistemas y garantizar resultados efectivos y sostenibles.
En conclusión, este trabajo no solo ha identificado las principales dinámicas y desafíos que afectan
a los ecosistemas humanos, sino que también ha resaltado la importancia de abordarlos de manera
integrada y multidimensional. Aunque los avances tecnológicos, económicos y sociales han generado
beneficios significativos, estos deben ser equilibrados con medidas que prioricen la equidad social, la
sostenibilidad ambiental y la resiliencia comunitaria. Las recomendaciones extraídas de este análisis no
solo tienen implicaciones teóricas, sino que también ofrecen una base sólida para guiar la acción política,
social y académica en favor de un futuro más justo y sostenible.
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Declaración de conflicto de interés y originalidad
Conforme a lo estipulado en el Código de ética y buenas prácticas publicado en Revista Ethos, los autores
Cuenca Finol, Juan Pablo y Yánez, Oscar declaran al Comité Editorial que no tienen situaciones que
representen conflicto de interés real, potencial o evidente, de carácter académico, financiero, intelectual
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navegando la complejidad en la intersección de las Ciencias Sociales, en relación con su publicación.
De igual manera, declaran que el trabajo es original, no ha sido publicado parcial ni totalmente en otro
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